Amazing

Tenía la mirada de una gacela en celo. Si he de ser sincera, nunca he visto una gacela, mucho menos he visto una en celo, pero si tuviese que describirle de alguna manera esa es la primera que se me viene a la cabeza. Esos ojos que venían pidiendo guerra y gritando lujuria a viva voz.

Esos ojos que gritaban que podría follarme hasta el infinito, hasta el fin de los tiempos, hasta que la tela bajo mi espalda se desintegrase al contacto con mi sudor. Hasta que me oyesen en las profundidades de Groenlandia gritar hasta quedarme sin voz, haciéndole estremecerse mis piernas abiertas en su regazo. Subiendo sus manos por mis piernas con tanta fuerza que a su paso me ardiese el alma, clavando él sus ojos con ansia en cada parte de mi cuerpo al descubierto. Volviéndose loco.

Dejarme llevar y agarrarme con saña al pelo que por su nuca asoma. Perderme entre sus pantalones, recorrer con mi lengua cada milímetro de su piel. Hasta el más recóndito.

Sentir que me falta el aire, que se me incencia hasta la piel muerta bajo las uñas. Que se me transforma el esófago en volcán y la lava son mis gritos.

Que rompa él la poca ropa que aún me quede encima. Joder. Volverme loca entre sus piernas.

De eso tenía ojos. De follarme hasta morir de placer, de hacerme bailar en los anillos de Saturno del gusto, volver y todavía tener fuerzas para un tercer asalto.  De ser el único capaz de matar el hormigueo constante que en mi estomago tenía lugar  cada segundo del día que a su lado pasaba. 

Tenía, a fin de cuentas, los ojos más follables que jamás había visto.

paparruchas

Y ya no sé si merece la pena pensar en ti. Recordarte.

Porque seguramente tú ni siquiera pienses ya en el tacto de mis piernas bajo la palma de tus manos.

Seguramente ya no se te estremezca el alma al recordar mi piel ardiendo entre tus labios.

Probablemente no quedamos ni nosotros. Las únicas que conservan los recuerdos son aquellas cuatro paredes.

Y ya no nos queda nada. Sólo imágenes solitarias que se presentan de la nada cuando menos las queremos.

Sólo tu saliva resbalando por mi entrepierna.

Sólo la sensación fantasma de tu pecho contra mi espalda.

Sólo tu puta imagen trepando por mi vientre.

Y es que allí sólo queda tu ausencia. La nuestra.

Y lo peor de todo es que empieza a importarme menos que una mierda.

Ya sé que te idealizo, lo sé.

Levantarse y que sea uno de esos días que dice la gente que es mejor no levantarse.
De esos en los que te mueres del asco.
De esos en los que joder, cómo te echo de menos y cómo odio al mundo que no eres tú.

Y que es una mierda parecer una emo cuando digo estas cosas, pero así las siento y así las quiero decir.

De esos días en los que empiezo a pensar y acabo pensando en todo menos en tí.
Y sólo me salen palabras feas, de las que no utilizo casi nunca, sólo cuando pienso muy dentro de mí.

Y empiezo a pensar que soy imbécil. Que fui imbécil. Porque pienso en las cosas que hice y que ya no puedo arreglar. Que nada tienen que ver contigo, lo sé. Pero ya he dicho que pienso en todo menos en tí.

Pienso en las cosas que hice mal. En todas. En las personas que llegaron a mi vida y nunca debieron hacerlo.

Pienso que vendería mi alma por que tú estuvieses en su lugar.

Mierda, joder. Que se me aloja un nudo en la boca del estomago y no puedo ni tragar sin sentir un manojo de malestar.

Yo qué sé. Que nunca supe lo que era echar de menos hasta que te conocí.

Y ahora duele.

Y no es que sea por pensar en tí.
Es por pensar en toda la gente de mi vida que podría ser tú, en toda la gente que está más cerca que tú.

el norte no siempre es bueno.

Debería empezar por el principio.
Contar lo que pasó. Cómo fue.
Lo que hizo conmigo.

Cómo me encandiló.

Debería explicar que me volví loca de remate.
Que perdí mi norte y emigré al sur.
Donde me esperaban sus sábanas.

Donde sus ojos me guiaban al calor de sus abrazos.

Donde aprendí a gritar.

Donde me enseñó a vivir.


Reconoceré algo...

Nunca he estado enamorada.
Y si alguna vez lo estuve, seguramente fue de él.